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   Reseña

«VOCES INDECISAS».

Domingo 17 de junio de 2007.

Por Soledad Quereilhac.

Hombre de treinta y ocho años recuerda una semana de su vida en 1972, en Rosario, cuando él tenía sólo cuatro años y un curioso nombre de guerra: «Iván Illich». En otoño de ese año, vivió siete días junto a su madre, militante de las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias), y otros tres compañeros de la misma organización, en una «casa operativa», desde donde la célula estudiaba las rutinas de un general del Ejército. El retorno hacia ese momento clave de su infancia persigue un objetivo mayor que el de la mera reconstrucción de una historia: busca recuperar el espíritu vivo de su madre desaparecida, evocada en el marco de las acciones y de las decisiones que hicieron de ella una tenaz militante revolucionaria.

Esa es la historia que narra La casa operativa , segunda novela de la escritora argentina Cristina Feijóo y Primera Finalista del Premio Planeta 2006. La narración, empero, no es lineal, sino que avanza dividida en dos momentos y dos voces diferentes, que se alternan capítulo a capítulo: por un lado, nos llega el relato en primera persona de Manuel (alias «Iván Illich») que se apoya tanto en sus escasas remembranzas infantiles, como, sobre todo, en aquello que le cuenta el único sobreviviente del grupo, Rubén, alias «Dardo», treinta y cuatro años después. Por otro lado, un narrador desconocido recupera la historia que se desarrolla por fuera de la casa operativa, el día en que doce policías rodean el lugar e irrumpen armados para desarticular la célula. Mientras una de las voces sigue el curso de una construcción, la otra muestra el avance de la destrucción, focalizándose en las acciones de los policías. Sin embargo, si bien ambas zonas de la novela exhiben un riguroso conocimiento del lenguaje y métodos de los operativos armados -lo que da a la narración una innegable intensidad-, existen importantes problemas en torno a la figura de Manuel como narrador de buena parte de esta historia.

La elección del hijo de una desaparecida como narrador es, paradójicamente, lo que no termina de cobrar carnadura textual en la novela, dado que si bien el que habla es, en efecto, Manuel, su voz es continuamente invadida por otra, la de un narrador omnisciente que abarca una visión de conjunto y narra, por ejemplo, los propios pensamientos de una de las militantes antes de morir (¿cómo recuperó ese momento?) o las dudas -por cierto valientemente tratadas- de otro de los militantes acerca de las fallas en la dirigencia de las FAR. El pacto inicial que propone Feijóo (la recuperación de una madre «ausente» por parte de su hijo ya adulto) es quebrado una y otra vez por la propia novela, o mejor dicho, por un estilo indirecto libre que se desborda y salta intrusivamente por sobre Manuel hacia un buceo de conciencias o hacia los dilemas de los soldados rasos de la organización.

En este sentido, La casa operativa parece acarrear consigo una indecisión: qué contar, e inseparablemente de ello, quién va a hacerlo. Si bien al comienzo domina la perspectiva de Manuel y la historia con su madre, a medida que avanza la novela es elpathos de la militancia y de la lucha armada el que va ganado el centro y el que comienza a evidenciar una mirada «que ha estado allí». En contraposición a esta zona de la novela, los segmentos focalizados en los policías, en que el avance de las acciones se combina con una mirada crítica pero anónima, presentan una narración sólida, de episodios nítidos y personajes construidos sin concesiones.

En otro plano vale destacar que, a diferencia de otras novelas sobre los años setenta, que privilegian el perfil de la víctima y las escenas de tortura, La casa operativa se concentra en los momentos activos del combate y del proyecto del peronismo de izquierda. Sin esconder el trágico destino de buena parte de la militancia, Feijóo logra en esta novela ahondar en la subjetividad de cuatro jóvenes comprometidos y con ello recupera para la literatura una etapa clave de nuestra historia.

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